Vía y cruces de los derechos humanos


Un esfuerzo contra la discriminación

Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

El anterior es el Artículo Dos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en unas cuantas palabras encierra un gran mensaje para ser respetado por la humanidad, por cada uno de nosotros.

En el texto que fue elaborado, como ya indicamos antes, por integrantes de la ONU, se le da un rotundo no a la discriminación, porque no se distingue ni raza, idiomas, credos políticos, ni siquiera división de territorios, fronteras, esas cosas que tanto daño le hacen a los seres humanos y que impiden el crecimiento de los pueblos del mundo, libres de atavismos, de distinciones o falsas ideas de que una persona vale más que otra, por los motivos que pueda uno imaginarse.

Cuando hablamos de la discriminación, tenemos que saber que en México se ha creado una ley para el trato igual y fue a raíz de la reforma constitucional en materia de derechos humanos, cuando se consideró que el derecho a la no discriminación es una prerrogativa fundamental y por tanto el Estado mexicano tiene la obligación de garantizar.

Brevemente tenemos que definir lo que se considera discriminación: La Real Academia Española dice que es seleccionar excluyendo y en una segunda acepción: Dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental, etc.

Ese etcétera incluye muchas cosas que debemos dejar de hacer si no queremos incurrir en el delito de la discriminación y en acciones que no se castigan penalmente, pero que lastiman a la persona a la cual se discrimina pongamos un ejemplo que acaso en alguna ocasión repetimos en nuestra casa:

Un padre, o madre hacia su hijo o hija: Mira que calificaciones tan malas traes, eso quiere decir que eres un tonto que no estudias, mira al hijo del vecino que va a la misma escuela que tú y saca excelentes calificaciones, ese sí es inteligente. ¡Cómo me hubiese gustado tener un hijo como él!

Creo que huelgan los comentarios, pero sí, muchas veces actuamos así, sin querer, equivocadamente, cuando lo único que deseamos es que ese niño sea mejor ¿?

No podemos cerrar esta idea sin considerar que hay discriminaciones positivas social y penalmente: Se priva de la libertad a una persona que cometió un delito, hecho contemplado en la ley. Si en el autobús una persona le cede su lugar a una anciana y no a la mujer joven que también está parada, discriminamos, sí, pero positivamente, porque quien más necesita el lugar puede ser la anciana quien no soporta dolores en las piernas o corre riesgo de caerse más fácilmente.

Es nuestra la decisión de ser o no mejores personas, pero siempre tenemos que aprender mucho para hacer lo correcto, tomar las decisiones adecuadas, alejando de nuestra existencia los horrores de la discriminación, sin olvidar que todos valemos lo mismo y tenemos derecho a un trato digno, respetable, por el simple hecho de ser personas que eliminan las cruces en la vía de los derechos humanos.