Los polis “mochamanos” de Valladolid


Lo bueno… Lo malo…

Imagen publicada por ADN-40

No malo, pésimo, malísimo, que los mineros atrapados en la mina El Pinabete, no hayan podido ser rescatados con vida, al momento de escribir esta nota, este jueves 25.

La filtración de agua, proveniente, según se ha dicho, de otra mina, ha impedido llegar hasta los trabajadores del carbón y si se me permite el símil “lavando” más las esperanzas de quienes todavía esperan verlos salir con vida.

En torno a este asunto se han dicho muchas cosas, como hemos comentado, porque incluso ahora se está investigando todo lo relacionado a la seguridad de los trabajadores en El Pinabete.

Lo bueno es que después de este nuevo percance, las autoridades correspondientes hagan lo que su investidura exige, para que quienes laboran en las entrañas de la tierra, de ahora en adelante, tengan los niveles necesarios de seguridad, aunque preciso es decirlo, el peligro para la seguridad y la salud, ya no digamos de la vida de los mineros pende de un hilo, cuando un inesperado derrumbe puede dar al traste con todo. Pero imagínense mis dos lectores, sin los niveles mínimos de medidas de seguridad, las consecuencias se magnifican, como lo estamos viendo en el presente caso y otros similares. No olvidar Pasta de Conchos y anexas.

El tiempo nos dará la respuesta en torno a este lamentable suceso.

Por de pronto, para aliviar en algo la situación económica de las familias que todavía no se resignan a la ausencia de sus seres queridos, se ha informado, según Excélsior, que recibirán 12 mil pesos semanales, hasta el rescate de los mineros atrapados. Seguro estoy que las familias no quieren dinero alguno, porque ningún pago podrá devolverles a sus seres amados.

¿Quiere usted estar seguro, sin temor de que alguien amenace su vida?

¡Caramba, pues acérquese a un policía!

Nada más que tenga cuidado, extreme sus precauciones y eleve sus plegarias a quien usted considere que debe de elevarlas, para que el agente o los agentes con los que usted se tope, sean auténticos servidores públicos y no gamberros con uniforme de policía, con sentimientos y actitudes peores de las que los delincuentes y malvivientes, que tienen la obligación de detener, -los policías- para salvaguardar la paz y la tranquilidad de las y los ciudadanos que están obligados a defender, proteger, de acuerdo al espíritu del trabajo que aceptaron desempeñar.

Esto lo digo, porque un nuevo caso de barbarie acaba de darse en el municipio de Valladolid, cuando, según se ha dicho hasta ahora, agentes de ese lugar detuvieron a un ladrón, esto se dice, que, porque tiene antecedentes penales por robo y desde luego por una conducta no muy edificante, según parece.

El asunto es que esos policías, se erigieron en jueces y tomaron la decisión de juzgar y ejecutar la sentencia, motu propio, es decir por decisión propia y hete aquí que le amputaron la mano derecha.

Si estimados lectores, leyeron ustedes muy bien.

En algunos países se contempla la pena de muerte, o la cadena perpetua y ni quien diga nada, pero es claro, muy claro que primero se les sigue un juicio, se presentan pruebas y cuando el juez correspondiente dicta la sentencia, pues esta se ejecuta, de acuerdo al procedimiento que se requiere para el debido proceso, es decir, con pruebas y sin abusos de ninguna especie.

Desde luego este es un claro caso de tortura y de barbarie que denigra el uniforme que portan las personas que cometieron tal atentado contra un ser humano, con defectos y lo que se anexe, pero un ser humano. Y nadie, nadie se merece una condena, antes de ser escuchado por un juez. Mire usted que cortarle la mano, en sus cinco sentidos a una persona que sea lo que sea, se merece un juicio justo lejano a la tortura que le hicieron padecer. Ni más ni menos.

Y mejor me voy corriendo, porque la que sin duda me va a torturar es la Gordis, porque ya se me hizo tarde para llevarle las tortillas. ¡Uay!