Que la justa justicia, deje a cada quien en el lugar que le corresponde


Lo bueno… Lo malo…

Qué malo, pero qué malo que, al estilo de las pandillas, pero estas bien entrenadas, personas que se dice son policías, pero que por lo visto no estudiaron su código de conducta, fueron identificados como policías de investigación, de la Secretaría de Seguridad Pública, detuvieron con lujo de fuerza a personas que se dijo protestaban contra el establecimiento de granjas en Sitilpech, comisaría de Izamal.

Todo indica que, en esa manifestación, que salió del Parque de Santa Ana se hicieron pintas incluso a las columnas de madera que protegen la piedra del palacio de gobierno, según nos informa Mis-Noticias. Al momento de escribir estas notas, esas pintas lucen su manita de pintura blanca, tal vez en espera de más manifestantes.

Lo curioso del caso es que se ha señalado que las personas detenidas, en medio de un gran zafarrancho, vídeo que circula por las redes sociales, fueron abordadas lejos del lugar de los hechos, al parecer en la calle 60 con 51 y 53, cerca del parque de Santa Ana.

Los manifestantes indicaron que en la población indicada se lucha contra la contaminación que ocasionan los cerdos y la megagranja de Productos Pecuarios para el consumo S.P.R. de R. L. de C.V.

Acudieron ante las autoridades legales y presentaron una demanda de amparo, la cual fue declarada improcedente a principios de enero de este año.

Un sector de la población decidió bloquear el acceso a la megagranja, para protestar contra lo que consideran una contaminación ambiental y fetidez que llega hasta sus hogares. El 18 de febrero la Secretaría de Seguridad Pública intervino en el bloqueo y según los activistas 18 hombres, mujeres y niños fueron agredidos y una mujer hospitalizada.

El Instituto de Infraestructura Carretera, INCAY denunció a siete hombres y una mujer, por daños a las vías de comunicación y están vinculados a proceso.

Ante esta situación las y los defensores y el grupo de la población inconforme se unieron para manifestarse, con los resultados que ya he comentado.

Esta columneja desea fervientemente que la justa justicia, sin redundancia alguna, deje a cada quien en el lugar que le corresponde, que se hagan investigaciones serias y se respondan las muchas interrogantes, que hasta ahora indican que presuntamente hubo abuso de autoridad y detenciones ilegales, si los detenidos en este caso no fueron apresados en flagrancia. Al tiempo…

Ante este desolador panorama bueno, muy bueno es que las autoridades involucradas en este triste asunto, recuerden que si bien son autoridades, también son personas a quienes la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y otras más, las obligan a respetar y hacer respetar no solo las leyes, sino los derechos humanos de todas las personas y para poder hacer eso requieren seguir los protocolos correspondientes, para el uso de la fuerza, que legítimamente la ley también les confiere, con la aplicación del criterio que se adquiere, mediante la preparación y hacia la meta de servir e imponer el orden, sin dañar los derechos de terceros, todo de acuerdo a la legislación vigente. En una sola palabra: Respeto.

¿Masinó?

En este comentario no diré bueno, ni malo, pero sí recordaré que no hay refrán perdido, como aquel de: El que a hierro mata a hierro muere. U otra forma de justicia, de la que nadie escapará…

Esto lo digo, porque el presunto autor de los asesinatos de dos sacerdotes jesuitas, Javier Campos Morales y Joaquín César Mora, el 20 de junio de 2022, fue encontrado muerto e identificado como José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco, en parajes de Cerocahui, Urique, Chihuahua.

En esa lamentable ocasión los sacerdotes intentaban dar ayuda a Pedro Palma, guía de turistas.

En su momento nos ocupamos de ese triste, tristísimo tema, pero creo firmemente que no fue la justicia terrenal o la que hacen algunos hombres y mujeres, algunas que comen piña y otras que “no tienen nada de qué avergonzarse”, sino que fue la Justicia Divina la que puso las cosas en su sitio, si es que la justicia, en ocasiones errada de los seres humanos, confirma lo que hasta ahora se ha dicho en torno al artero y nunca olvidado asesinato de los dos sacerdotes jesuitas.