El derecho a la vida


Vía y cruces de los derechos humanos

El derecho a la vida garantiza el respeto al ciclo vital de todo ser humano desde su concepción hasta su muerte, y no debe de ser coartada bajo ninguna circunstancia, así lo define el Catálogo para la Calificación de Violaciones a Derechos Humanos, de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México.

Todos los derechos humanos son de vital importancia. Se indica que no hay un derecho humano más importante que el derecho a la vida, pero sin lugar a dudas, sin vida no existe ningún derecho más.

De ahí la importancia de evitar conflictos entre seres humanos, entre la familia, entre los pueblos y las naciones.

Hoy en día la guerra entre Ucrania y Rusia ha puesto al mundo al borde de una tercera guerra mundial.

Es increíble que ante los avances tecnológicos y el conocimiento que tiene la humanidad, hasta hoy el ser humano no haya podido controlar sus pasiones, sobre todo las que lo impulsan a agredir a alguien hasta el punto de quitarle la vida.

Desde aquellos tiempos inmemoriales cuando Caín le quitó la vida a su hermano Abel, nos dicen que por la pasión que le despertó la envidia, la humanidad ha recorrido sin piedad la senda del fratricidio.

El poder, desde entonces ha ocasionado innumerables muertes, incluso en el seno de una familia como ya hemos visto en el primer asesinato entre hermanos, registrado en los albores de la humanidad.

En colaboración anterior hablé de las dos guerras mundiales, ante el riesgo que representa una tercera conflagración que podría llevarnos a una destrucción sin precedentes en la humanidad. Hagamos nuestro mejor esfuerzo para que eso no suceda.

Pensemos en nuestro entorno, nuestra existencia, cuánto nos duele perder para siempre a un ser amado. O cuánto sufre quien queda mutilado a causa de esa guerra o las guerras.

No dejemos que desaparezca de nuestra mente lo que significa la muerte de millones y millones de personas, cuando los dirigentes de algunos pueblos, en su afán de poder, soberbia y desde luego ayunos de valores, los que distinguen a los seres humanos de bien, no se tientan el corazón para causarle el mayor daño a un pueblo, a una nación, a una familia, como es la punta del iceberg, del dominio de Marte, el dios romano de la guerra, que dirige Vladimir Putin.

Este conflicto regional que puede convertirse en global, está a punto de desatar a los cuatro jinetes del apocalipsis que van en el caballo negro, el hambre; caballo, rojo, la guerra; caballo bayo, la muerte y caballo blanco, el misterioso jinete que implicaría la conquista, el poder…

El espacio no me permite enumerar todos los muertos en los conflictos armados entre las diferentes naciones, pero sí podemos recordar para no olvidarlos y recordemos con horror los muertos de manera violenta: Primera guerra mundial: entre 40 y 60 millones, Segunda Guerra Mundial, de 70 a 83 millones. Y solo para no, olvidar, se estima que en las invasiones mongolas, en 1207 murieron entre 40 y 50 millones de personas. En China, 1839, en las guerras del opio perdieron la vida entre 35 y 55 millones. Pero antes, en 756, Rebelión An Shi, también en China perecieron de 33 a 36 millones.

Bástenos con esa cantidad increíble de muertos en unos cuantos conflictos, pero no olvidemos a lo largo de nuestra historia que son más, y todavía persisten las guerras de odio, de poder avasallador e inmisericorde que deja mucho, pero mucho que desear para que el ser humano pueda ser calificado como el prototipo del amor, de la misericordia y del amor entre el género humano, pero no el amor pasional, sino el solidario, el que da y no quita.

El amor es el que puede llevarnos a ser los auténticos reyes de la creación, el ejemplo que dejará expedito el camino de los derechos humanos, sin sombra alguna de cruces y espinas en la vía que tiene que recorrer la humanidad y no la deshumanidad que cabalga en los caballos del odio y el dolor atentando sin remedio contra el derecho a la vida.