¿AMLO, chingón?


Por El Sobrino cabezón

El triunfo de Morena-Andrés Manuel López Obrador en cuatro de los seis estados donde se celebraron elecciones el pasado domingo 5 junio, no debería de haber causado sorpresa a sus opositores (a los que el presidente califica como conservadores o fifís), ya que en el fondo sabían que el peje se mantiene en las preferencias de la mayoría de la población mexicana, pero el rechazo y rencor que emanan hacia el mandatario, como un gas tóxico, los ciega y se niegan a aceptar tal realidad.

AMLO no hizo ganar a Morena porque sea muy chingón (prácticamente así lo reconoció en su mañanera del día siguiente), sino que la derrota del PAN y del PRI es consecuencia de las propias estrategias fallidas de estos dos partidos (del PRD ni vale la pena hablar), de oponerse a todo lo que huela a peje, culparlo de todos los males locales, nacionales y hasta externos, y crítica exacerbada en vez de ofrecer a la población propuestas viables y constructivas.

Los opositores al actual gobierno (conservadores y fifís) se han pasado todos los días diciendo no y no y no a cualquier proyecto, obra o sugerencia oficial, aunque en el fondo puedan resultar favorables para la población y para el desarrollo del país.

Es más, si López Obrador viene a Yucatán y come panuchos sus detractores (conservadores y fifís) estarán espiando a qué horas expulsará los gases del frijol para denunciar que apesta, contamina y aumentará el efecto invernadero que agravará la crisis del cambio climático.

En ese sentido, las críticas y acusaciones de los opositores parecen estar sustentadas, en la mayoría de los casos, en intereses políticos, económicos y por privilegios que les fueron cancelados, lo que, en vez de hacer mella en la población y desencantarla, han victimizado a López Obrador y elevado su popularidad entre ese amplio sector de los mexicanos.

La alianza PAN-PRI-PRD no funciona porque sencillamente la población ya conoce el actuar de esos partidos y ha experimentado la forma como han actuado sus gobernantes en las oportunidades que han tenido, y la constante ha sido la mentira y la corrupción, con las contadas excepciones que con firman la regla.

El ejemplo más patético y reciente fue el de Alejandro “Alito” Moreno, dirigente nacional del PRI, en el que en audios filtrados evidencia sus actos de corrupción e inmoralidad. No conforme, se dijo víctima (no lo victimizaron, que es diferente) y con abierto cinismo acusó que le desvirtuaron sus expresiones y lo sacaron de contexto. Probablemente su justificación pudo haber tenido algo de cierto, pero lamentablemente ni su chichí le cree. Pero lo peor fue que las dirigencias de sus socios del PAN y del PRD lo apoyaron y los resultados están a la vista.

AMLO no es, desde luego, el Mesías que vino a salvar a los mexicanos de la corrupción y todos sus males, pero sin duda ha tomado decisiones que han favorecido a los sectores desprotegidos y vulnerables del país, que son la mayoría en México, pero también sus decisiones han restado o limitado privilegios a los que él llama, fifís y conservadores, que son quienes se han encargado de denostar, ofender e ir en contra de todas sus acciones, un día sí y el otro también, estrategia que ha quedado demostrada una vez más, que es totalmente errónea y fuera de lugar.

La economía macro y micro sigue siendo controlable en México a pesar de la pandemia que impactó negativamente a nivel global, a pesar de la falta de crecimiento de la economía de Estados Unidos y de las naciones del mundo en lo general, a pesar de los efectos colaterales ocasionados hasta ahora por la invasión de Rusia a Ucrania. A pesar de todos estos males, el peso mexicano sigue estable y no solo ha sorteado la devaluación, sino que se mantiene fuerte; las gasolinas siguen estables en sus precios con variaciones en función a la inflación, y el país no se ha endeudado como era práctica común en gobiernos anteriores.

Así, qué, AMLO no es muy chingón por mérito propio, sino que lo han hecho chingón sus propios opositores, o como él los identifica: conservadores y fifís.

“El pueblo es mucha pieza, lo que siempre he dicho y se niegan a aceptarlo nuestros adversarios. Yo ya no debería de estarles dando consejos o tendría yo que poner un letrero que toda consulta causa honorarios, pero deben de hacer una revisión de su estrategia, les afecta mucho, se los digo de manera sincera, su clasismo, su racismo”, dijo AMLO en su mañera del lunes pasado, al comentar el resultado de las elecciones del día anterior.

Y continuó: “Es que desprecian al pueblo, no le tienen amor al pueblo, ahí está la esencia de todo”.

AMLO expuso que, si sus opositores no asimilan la nueva realidad del país, en la cual se debe entender que vale lo mismo “el voto de un indígena que el de un científico o un potentado, les va a seguir pasando lo de ayer”.

Todavía más, se dio el lujo de aconsejar a sus detractores de no ser autocomplacientes y tener capacidad para rectificar frente a los resultados adversos que tuvieron, en lugar de continuar con la estrategia con diversos medios de información para echarle la culpa de todo lo que ocurre. Como ejemplo recordó la “campaña” puesta en marcha semanas antes de las elecciones con acusaciones de tener vínculos con el narcotráfico.

 “Y otra recomendación para los que se manejan en los sótanos, los que se dedican al espionaje, a la tenebra, a las agencias extranjeras, que ya no desgasten a lo tonto a sus representantes, a sus voceros, a sus informantes porque se están quedando sin nada, están perdiendo toda la credibilidad. Que también piensen que cuando se tiene autoridad moral se tiene autoridad política y es un escudo protector”, concluyó.

Así, que, usted dirá, estimado lector, ¿AMLO es chingón, o sus detractores lo han hecho chingón? (Mérida, 8 de junio de 2022).