¿Qué es la felicidad?


Vía y cruces de los derechos humanos

Una simple pregunta que tiene tantas aristas como personas hay en el mundo y con tantas soluciones como estados de ánimo tiene quien dice ser feliz, porque en un momento ríe, se siente satisfecho y al otro las penas lo agobian.

La Real Academia Española define felicidad como: Del lat. felicĭtas, -ātis. 1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física. 2. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Mi familia es mi felicidad.

3. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Viajar con felicidad.

Sin embargo en Filosofía nos dicen de la felicidad: Estado de armonía o plenitud interior, reflejo subjetivo de la recta ordenación de la vida hacia su verdadero fin. La felicidad se diferencia del placer: Puede una vida llena de placeres ser profundamente desdichada, y, a la inversa, ser feliz sin disfrutar de placeres. Etimológicamente, procede de buen demonio, término en el sentido socrático del daimon interior o espíritu profundo personal.

Abordo este tema debido a que desde el año 2013 la Organización de las Naciones Unidas conmemora el Día Internacional de la Felicidad, cada 20 de marzo, como un buen propósito para lograr que el mundo deje de temerle a la amenaza de la pérdida de valores como la empatía, la solidaridad, el respeto, la tolerancia etc. y cada día más personas se inclinen por actitudes que nos recuerdan los antivalores, conflictos de valor les llaman algunos con mejores intenciones. A cada valor se le opone un antivalor: Felicidad-infelicidad; empatía-antipatía; tolerancia-intolerancia; respeto-irrespeto, y así hasta el infinito.

Así pues somos los seres humanos quienes hemos de decidir cuál es el sentimiento que nos hace felices.

La ONU señala en su página: “Sin embargo, la felicidad al día de hoy está seriamente amenazada. El camino hacia la misma requiere de valores fundamentales como la amabilidad y la compasión, especialmente en tiempos de crisis como la pandemia del #coronavirus.”

“Es allí donde ahora debemos trabajar más que nunca, a pesar de que los sacrificios y las consecuencias sean múltiples. Pero todos podemos contribuir a llegar a esa felicidad cuanto antes: Desde el que permanece en casa y sigue las pautas de la OMS, pasando por el personal hospitalario e investigador que está haciendo incalculables sacrificios, hasta la gente que arriesga su salud por ayudar a los demás ofreciendo servicios básicos.”

Y coincido con la apreciación general de  la ONU, pero la amenaza del coronavirus es algo que ha venido a sumarse a los estados de ánimo negativos que tenemos los seres humanos y hacemos infelices, no sólo a quienes nos rodean, sino a quienes son nuestra responsabilidad y hemos de hacerlos felices en grado extremo.

¿Alguien ha visto lágrimas más tristes, porque se puede llorar de alegría, que las de un niño o una niña, cuando sus padres lo reprenden con autoritarismo y en ocasiones con discriminación?

Quienes así sufren maltrato, so pretexto de darles buena educación, guardarán en el fondo del alma, o de la mente el maltrato, como el atajo para llegar a la ¿Felicidad, la buena educación?

¿O la madre que es abandonada, hijos incluidos, por el ser en el que confío su vida y sus aspiraciones a la felicidad? También los hombres pueden verse en este supuesto, es decir, abandonados, engañados por su pareja…

Seamos mejores personas, dignas de ser llamadas seres humanos y no denostados como la fuente de la infelicidad de quienes nos aman. Cultivemos los valores y erradiquemos de nuestra vida los antivalores que llenan de cruces nuestra vía hacia la felicidad propia y de quienes nos aman.

Que cada día en nuestra existencia sea nuestro Día Internacional de la Felicidad.