La marcha por el INE evidencia gran necesidad de auténticos líderes


Lo bueno… Lo malo…

No buena, excelente fue la manifestación ciudadana realizada el pasado domingo 26 de febrero, dicen que, en defensa del Instituto Nacional Electoral, INE y en contra del llamado Plan B del gobierno federal.

En todas las entidades federativas la ciudadanía salió a manifestar su repudio al proyecto de coartar la organización de unas elecciones confiables, al menos eso es lo que dicen sus organizadores, que, si lo vemos desde otro punto de vista, el del gobierno, claro, se indica que solo salieron a protestar quienes integran la oposición y que lo hacen nada más para levantar olas y hacer quedar mal a la administración que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

No es mi deseo derramar una gota más de tinta en torno a los ríos de todos los colores, que han corrido en torno al tema, cada opinión, más que respetable, unos advirtiendo al gobierno federal de los terrenos peligrosos que está pisando, otros, en favor, algunos, digo yo, pero siempre polarizando las opiniones, de acuerdo al color del cristal con que miran ese triste asunto, triste, porque el país está corriendo un gran riesgo en el sustento y perpetuación de nuestra vida democrática.

No podemos dejar de lado aquello de sufragio efectivo, no reelección, por el que dieran su vida millones de mexicanos, desde nuestra revolución social de 1910, hasta nuestros días, en los que en aras de garantizar nuestra vida democrática, llegamos a los tiempos actuales, en los que como vemos se ha desatado una guerra entre quienes desean la perpetuación del poder por el poder mismo y que como pópulo bárbaro desean tomar una resolución violenta o desatinada, sin reparar en inconvenientes, según el significado de ese término.

La gran cantidad de manifestantes que salieron a lo largo y ancho del país para este modesto tundemáquinas, o computadora, si lo prefiere, les diré a mis dos lectores, evidencia que hay una gran necesidad de auténticos líderes, porque la mayoría de la población, clase media para abajo, está ávida de decisiones de buen gobierno, que se traduzcan en bienestar no solo de un grupúsculo, sino de todo México y consecuentemente de esa sociedad que en el día de la manifestación, para mí, dejó en claro que está sufriendo por las malas decisiones y por las promesas electorales que NO se traducen en bienestar para el pueblo y sí en bienestar para el pópulo. Ojalá nunca tengamos que sufrir de nueva cuenta un enfrentamiento entre mexicanos a causa de las ideas.

Ya una vez hubo un líder moderno, en el cual el pueblo libre y democrático creyó con todas sus fuerzas y así lo encumbró en el poder, junto con su partido, sin sombra de duda alguna haciendo que de golpe y porrazo se olvidara a las fuerzas políticas que mucho ofrecieron y dieron más decepciones que realidades en sus ofrecimientos.

Creo, a buen seguro que, si alguien osara criticar esa actitud, sin parche alguno en el ojo espetaría, sin asomo de duda alguna: ¡No tengo nada de que avergonzarme! Aunque ahora él mismo no soporte la crítica bien intencionada, sin vituperio alguno.

Para este escribidor la enseñanza de lo que nos dejó la manifestación del 26 de febrero, es que el pueblo mexicano está exhausto de andar como Diógenes, con su lamparita, a plena luz del día tratando de encontrar a un hombre honesto.

Necesitamos de un auténtico líder o lideresa para llevar al pueblo mexicano hacia la exquisitez de un o una gobernante que conduzca a nuestra sociedad por los senderos del progreso, hacia la concordia, sin que entre las veredas de su actuar pueda esconderse una injusticia intencionada.