El imperio de la razón por encima de la sinrazón


Vía y cruces de los derechos humanos

México y los mexicanos han vivido días de sangre y dolor para cedernos, heredarnos la nación libre y soberana que hoy disfrutamos.

Primero la lucha para lograr la independencia del país, sometido a la tiranía del yugo español, luego la titánica labor de los triunfadores para hacer salir la luz del caos dejado por esa guerra que costó la vida de mexicanos, franceses y españoles.

Benito Juárez surge como el titán que defendió el imperio de la ley y de la libertad de México. Poner orden, concierto entre ciudadanos y administración pública llevó a la guerra de la Reforma que puso en situación muy delicada al gobierno mexicano, con las arcas públicas sangradas y la resistencia del ejército conservador que continuaba con la guerra en diversos puntos del país.

Los acreedores internacionales, Francia, Inglaterra y España exigiendo lo que se les debía, pese a conocer la precaria situación del Estado mexicano.

El Congreso del país, el 17 de junio de 1861 decretó la suspensión del pago de la deuda externa y los acreedores se unieron, en el tratado de la Convención de Londres para enviar fuerzas armadas a México para cobrar la deuda.

Ante esa situación el 29 de noviembre de 1861 se decretó una ley de amnistía para quienes hubiesen cometido crímenes políticos bajo la bandera del Plan de Tacubaya que ocasionó tres años de guerra civil y pidió a los estados el envío de tropas para la defensa de Veracruz.

En diciembre 18 de 1861 el gobierno de Benito Juárez lanzó una proclama al pueblo mexicano para la defensa de la soberanía del país, publicado en el periódico liberal El siglo XIX.

Entre otras cosas, se indica en el manifiesto: “la guerra fraguada por Europa contra la nación comenzó con el desembarco de las fuerzas españolas que han invadido nuestro territorio: nuestra dignidad nacional se halla ofendida”.

Se señalan los abusos que esas fuerzas cometían contra la nación y concluye el Presidente mexicano: “Mexicanos… yo apelo a su patrimonio y los excito a que, deponiendo los odios y enemistades a que ha dado origen la diversidad de nuestras opiniones, y sacrificando nuestros recursos y nuestra sangre, nos unamos en derredor del gobierno y en defensa de la causa más grande y más sagrada para los hombres y para los pueblos: en defensa de nuestra patria”.

Todos sabemos al través de nuestra historia lo que sucedió, España e Inglaterra desistieron de sus intenciones bélicas, al llegar a un acuerdo con el gobierno de México, no así los franceses, cuyo orgullo bélico fue detenido el 5 de mayo de 1862 en Puebla, hasta que luego de muchas vicisitudes el 19 de junio de 1867 el archiduque Maximiliano de Habsburgo y los generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía fueron fusilados en el Cerro de las Campanas, Querétaro, en cumplimiento de la ley, ante la inflexibilidad de Juárez.

Tristes, muy tristes episodios, que sin embargo no debemos de olvidar porque fueron los hechos que consolidaron a México como un país libre y soberano.

La enseñanza de este episodio de la vida nacional es que ante la amenaza a nuestros derechos contamos con los instrumentos adecuados para defendernos, ya no debe existir movimiento armado que enfrente a hermanos contra hermanos.

Por eso a través de nuestra historia nos hemos dado leyes, normas que tutelan nuestros derechos y libertades, sin efusión alguna de sangre, procurando siempre el imperio de la razón y no de la sinrazón que nada tiene que hacer entre un pueblo, un país con ciudadanas y ciudadanos respetuosos de la ley y de las prerrogativas fundamentales de la humanidad.