Danzar en aras del viento…


Vía y cruces de los derechos humanos

La vida no se nutre solo de trabajo y situaciones de economía y salud, aunque todo eso es importante, pero siempre habrá algo más para poder disfrutar sanamente y acercarnos un poco más a la felicidad, tema que ya he abordado someramente en ocasión anterior.

Hoy, a propósito de la muerte, el 19 de abril de 1998, de Octavio Irineo Paz Lozano, mejor conocido y como Octavio Paz, cuyas mejores cartas de presentación podrían ser el Premio Nobel de Literatura, en 1990 y el Premio Cervantes en 1981.

Me atrevo a disertar muy brevemente acerca de Octavio Paz, poeta, ensayista y diplomático, cuya prosa es bella, incomparable por su cultivo sin igual de una de las Bellas Artes, la Literatura que junto con la pintura, escultura, danza, música  y arquitectura, sin olvidarnos del cine, desde su invención y por supuesto para el que escribe, el teatro.

A través de la historia los artistas, en todas las disciplinas mencionadas, han crecido, casi siempre, en épocas pretéritas, sin ser diferente a las actuales, merced al apoyo de algún mecenas.

No es mi propósito ahondar en los tiempos en que los juglares recorrían las campiñas llevando su música y sus noticias a quien o quienes desearan escucharlas y a cómo llegamos a los tiempos actuales en los que gran parte de la población puede seguir admirando el genio de estos artistas incomparables.

Creo que nuestra misión es hacer llegar hasta los más humildes rincones la belleza, sin redundancia, de las Bellas Artes.

La belleza, nos dicen que es la persona o cosa notable por su hermosura, pero también nos señalan que la belleza está en los ojos de quien la mira.

Por tanto a través de estas letras pretendo no solo el reconocimiento a la obra de Don Octavio, sino a todas y todos los artistas que han dejado para la humanidad un remanso de armonía, concordia, de admiración, lejos de la brutalidad de las agresiones, las guerras, las hambrunas incluidas las enfermedades que han diezmado a la humanidad, como las pestes, epidemias, incluida la terrible amenaza del coronavirus.

El poema que se transcribe a continuación está considerado uno de los mejores de la producción del inigualable mexicano que escuchó y nos hace escuchar el canto de las hojas y el baile armonioso o violento, bullicioso  de las frutas ante los caprichos de Eolo…

VIENTO

Cantan las hojas,

bailan las peras en el peral;

gira la rosa,

rosa del viento, no del rosal.

Nubes y nubes

flotan dormidas, algas del aire;

todo el espacio

gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;

vibra la vara de la amapola

y una desnuda

vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,

cuerpo que flota, luz, oleaje;

todo es del viento

y el viento es aire

siempre de viaje…

En la nostalgia pacista me despido del viento en aras. Deseo que todas y todos vayamos en busca de la vía limpia, expedita, de  los derechos humanos, libre de las cruces que afean a la humanidad…