
Mérida, 19 de octubre de 2021 (Por Rafael Mis Cobá).- El municipio de Ixil formó parte de la ruta de la Península yucateca que utilizaron desde el siglo XVI piratas ingleses, franceses y holandeses para saquear y cometer actos de pillaje contra las poblaciones de la costa y de tierra adentro, lo que obligó a la corona española a establecer una estrategia militar a fin de repeler a los invasores.

Ixil se ubica a 30 kilómetros al noreste de Mérida y a 18 kilómetros de Playa San Benito. Actualmente su población es de 4 mil habitantes. Sus trincheras se encuentran aproximadamente a siete kilómetros de la costa.

Entre las acciones emprendidas por los colonizadores para evitar el paso de los corsarios estuvo la construcción de cuando menos 17 estructuras de piedra llamadas trincheras, ubicadas después de los manglares, en territorios de Ixil, Sisal, Chicxulub Pueblo, Hunucmá, Río Lagartos y Telchac, entre otros.
Las trincheras son descritas como un sistema defensivo complementario de las vigías y fortificaciones de la costa norte de Yucatán, constituidas por una serie de construcciones militares del siglo XVIII. Estas edificaciones estaban ubicadas inmediatamente después del área de manglares, a lo largo de los caminos que partían de la costa yucateca y de las poblaciones intermedias.

Mis-Noticias, viajó hasta las trincheras de Ixil para constatar los vestigios y recorrer los caminos donde hace unos cuatro siglos los filibusteros incursionaron para saquear el patrimonio de los locales y cometer atentados contra la población.
Nuestro recorrido inició a la luz del alba y partimos por Playa San Benito para transitar unos siete kilómetros por camino pedregoso a bordo de un Jeep, hasta llegar a un área colindante con la sabana. En este lugar dejamos el vehículo y caminamos unos dos kilómetros.

Realmente fue emocionante caminar por la zona, por los surcos pedregosos bajo el monte, donde hace unos cuatro siglos lo hicieron los piratas quién sabe cuántas veces y quién sabe en cuántos grupos de individuos.
Un trabajo publicado por los arqueólogos Alfredo Barrera Rubio y Miguel Leyba, menciona que en 1571 corsarios franceses llegaron al puerto de Sisal y al no encontrar resistencia entraron al pueblo de Hunucmá para robar y saquear. Debido a que, en esa época, Sisal era el principal puerto de entrada a la ciudad de Mérida, fue fortificado en el siglo XVII y formó parte de un sistema de 23 vigías con centinela alerta, entre las que se encontraban Celestún, Sisal, Chuburná, Ixil, Chicxulub, Telchac, Santa Clara, Jolkobén o Río Lagartos y el Cuyo.
Sisal, Hunucmá, Ixil y Chicxulub, fueron en diversas épocas objeto de la depredación de los piratas, por lo que estas acciones pusieron en peligro la seguridad de la capital yucateca.

En el caso particular de Ixil, los lugareños mencionan también que había una piedra en el camino a las trincheras que tenía la inscripción del desembarco de un capitán pirata, en 1781, aunque ese registro desapareció hace muchos años y se presume que fue robado por algún visitante.
La obra de Barrera Rubio y Miguel Leyba, denominada “Las trincheras: un sistema colonial de defensa de la costa norte de Yucatán”, explica que el descubrimiento y conquista de América por los hispanos en los siglos XV y XVI, trajo como consecuencia la apropiación de las riquezas del nuevo continente en beneficio de éstos y de la corona española.
Gran parte de estas riquezas eran transportadas a la Península Ibérica, a través de un circuito marítimo que incluyó Sevilla y los puertos del Caribe, bajo la protección naval hispana, la cual, durante la primera mitad del siglo XVI, conservó el dominio casi absoluto de los mares.
Sin embargo, esta ruta marítima y los puertos americanos, se vieron amenazados constantemente por los piratas de origen inglés, francés y holandés, principalmente, cuyas acciones fueron encaminadas a la expoliación del oro, plata y otros bienes, que constituyeron la base del capitalismo mercantil de aquella época.

Las actividades piráticas, se extendieron también al contrabando, al saqueo y al pillaje de las poblaciones. Todas las acciones referidas estuvieron bajo la protección encubierta de las potencias rivales de España.
Los ataques de los piratas tuvieron como escenario el Océano Pacífico, el Golfo de México y el Caribe, siendo sus principales puertos de intercambio comercial Acapulco, Veracruz y Campeche. Los piratas también asediaron a las poblaciones de la costa y de tierra adentro, con la finalidad de realizar acciones de saqueo y de pillaje.
Desde el siglo XVI, la Península yucateca fue acosada y sus principales puertos y poblaciones fueron invadidos y saqueados por los filibusteros.

En los años 1559 y 1560 vinieron a la costa de Yucatán y al puerto de Campeche, corsarios franceses en dos navíos, con los cuales saltearon y robaron en diferentes tiempos. En 1571, bajo el gobierno de Don Diego de Santillán corsarios franceses llegaron al puerto de Sisal y no hallando resistencia entraron al pueblo de Hunucmá, para robar y saquear.

Estas acciones tuvieron como consecuencia que los colonizadores tomaran medidas preventivas y de defensa, como lo hizo el sucesor de Santillán, Francisco Velázquez Gijón: “Crió vigías en las costas e informó al Rey que convenía poner alcaldes, guardias y custodios en los puertos y levantar alguna gente de armas que estuviere a las órdenes de los capitanes a guerra, sin duda, con el objeto de que pudiera acudir prontamente a donde se presentase el peligro”.
De esta manera desde los primeros años de la colonia, se adoptaron medidas defensivas de las costas de la Península Yucateca y las primeras construcciones militares estuvieron ubicadas en aquellos puntos estratégicos o vulnerables a los ataques e invasiones de los corsarios.

Sisal, el principal puerto de entrada para la ciudad de Mérida, fue fortificado en el siglo XVII y formó parte de un sistema de veintitrés vigías con centinela alerta, de los cuales, los principales eran Champotón, Lerma, Celestún, Sisal, Chuburná, Ixil, Chicxulub, Telchac, Santa Clara, Jolkobén o Río Lagartos, Cuyo, Choacá, Cotoch, y la vigía de Tihosuco.
La ciudad de Mérida estuvo principalmente fortificada por la ciudadela de San Benito construida en el siglo XVII, cuya finalidad fue propiamente para la defensa interna, ya que se habían experimentado algunos temores de levantamiento del pueblo maya sometido, además de invasiones piráticas.
Barrera Rubio y Miguel Leyba señalan en su trabajo que las referencias más antiguas de este sistema aparecen por primera vez en un plano de Yucatán, levantado en 1772 cuando el gobernador Don Antonio de Cortaire visitó parte de la costa, la capital y otros poblados.
En dicho plano se observan las trincheras de piedra suelta que defienden los caminos de Ixil, Chicxulub, Chuburná y Sisal, que conducen a Mérida.

En 1776, en un reconocimiento general que hace el ingeniero Juan de Dios González, de toda la provincia de Yucatán y publicado por Calderón Quijano, se mencionan y describen brevemente las trincheras de Jolkobén o Río Lagartos, Telchac, Ixil y Sisal.
Durante muchos años las trincheras permanecieron ignoradas y en el olvido, hasta que en 1978 tiene lugar la verificación contemporánea de su existencia, cuando Barrera Rubio reportó las de Ixil y poco después el arqueólogo Anthony P. Andrews, las de Chicxulub.
Las trincheras, aunque no constituyen construcciones fortificadas de grandes dimensiones, comparables a otras más conocidas, su importancia radica en que formaron parte de un sistema amplio de defensa de la costa norte y de la capital yucateca, durante la colonia.

En el contexto del desarrollo del capitalismo mercantil, las potencias hegemónicas se disputaron las riquezas generadas por las colonias americanas.
Una expresión característica de esta lucha de intereses de naciones como Inglaterra, Francia y Holanda, contra España, fue la actividad pirática, que permitió la expoliación de bienes, el contrabando, el saqueo y el pillaje de los principales puertos de intercambio y poblaciones de la Nueva España.
La península yucateca no estuvo exenta de esta situación y los puertos mercantiles de Campeche y Sisal, así como algunas poblaciones del interior, fueron saqueadas en múltiples ocasiones. Esta situación creó la necesidad a la corona española, de construir un sistema defensivo de los caminos que conducían a Mérida y a otras poblaciones de importancia. De esta manera, se protegerían los puntos neurálgicos y estratégicos de esta área de la península yucateca.
Las trincheras constituyeron, conjuntamente con las fortificaciones y vigías existentes en la costa norte, una organización militar para proteger principalmente a Mérida y a las poblaciones circunvecinas, así como algunas poblaciones de importancia del oriente, de las invasiones piráticas.
La aparición de estas defensas inmediatamente, después del área de la Ciénega con su disposición característica en agrupaciones de tres murallas, que se ordenan y ubican alineándose una detrás de otra a distancia cada vez mayores, obstaculizaron la penetración de los intrusos, a lo largo de los caminos que conducían a las poblaciones del interior. La orientación general noroeste-sureste de estas fortificaciones y su planta arquitectónica peculiar en forma de “L”, permitieron defender militarmente el frente y los flancos y adquirir una movilidad de un extremo a otro, a través de las entradas de seguridad.
Todo parece indicar que estas defensas no fueron lugares de ocupación permanente, sino de acuerdo a los avisos de peligro de las vigías, se trasladaban los destacamentos, desde los poblados más cercanos hacia ellas, para repeler a los piratas.
Como es lógico suponer todas esas construcciones no se hicieron en el año mencionado sino con mayor probabilidad se iniciaron antes, a principios del siglo XVIII o a finales del XVII.
Las trincheras fueron planeadas para ubicarse en puntos neurálgicos, de las vías de acceso a la capital yucateca, u otras poblaciones de importancia y formaban parte integral de un operativo militar para la protección de la costa norte yucateca. Su eficacia dependió de la oportunidad de los avisos de la presencia de los potenciales invasores, a través de las vigías y de la rapidez con que los destacamentos militares acudían a la defensa de los caminos fortificados. En consecuencia, cualquier retraso en la información preventiva, pudo traer consecuencias fatales, como los casos de destrucción y pillaje que registra la historia regional.
Finalmente, Barrera Rubio y Miguel Leyba exponen que todo parece indicar que, de principios hasta mediados del siglo XVIII, fue un lapso crucial para la constitución y operación de este sistema defensivo singular, cuyos vestigios han llegado hasta el presente, como un testimonio de una etapa relevante de los sucesos de la colonia española. (Hasta acá la información tomada de la obra de los dos arqueólogos).
Pero los más triste y lamentable del caso, es que, a más de cuatro siglos de saqueos por parte de colonizadores y piratas, el pueblo trabajador sigue siendo en la actualidad objeto de latrocinios y despojo de sus tierras, y no precisamente de piratas, sino de voraces empresarios y especuladores, confabulados con comisarios ejidales, autoridades agrarias y notarios públicos corruptos, quienes en total complicidad e impunidad continúan con la depredación.


Es precisamente el caso del ejido de Ixil, donde campesinos, activistas y vecinos en general, mantienen una firme lucha para evitar que los depredadores y autoridades corruptas les roben sus preciadas tierras, incluidas aquellas donde se asientan las trincheras, patrimonio histórico y cultural de la comunidad.













