¡México, Creo En Ti!


Lo bueno… Lo malo…

Hace ya muchos años de la muerte de José Alfredo Jiménez por eso no puedo decir que su canción se la haya dedicado a Marcelo Ebrard Casaubón, y mucho menos que supiera de los líos políticos que tiene el ex canciller mexicano.

Bueno, esa canción se titula No me amenaces y el título le quedaría muy bien al Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, porque el defenestrado (o traicionado como dice) aspirante a contender por la presidencia de la República, ya amenazó y en muchas ocasiones, con dejar ese partido político, así que le irían muy bien los versos de esa canción, dicho por Morena, desde luego: no me amenaces, no me amenaces, porque estás que te vas y te vas y te vas y te vas… y no te has ido… y yo sigo esperando tu amor, esperando tu amor, o esperando tu olvido.

Y resulta que el pasado día 10 el ex canciller presentó ante Morena un escrito de más de 40 páginas, su queja, en la que argumenta que la Comisión Nacional de su Partido, o ¿ex Partido? cometió diversas deficiencias desde el inicio del procedimiento.

Pero don Ricardo Monreal ha saltado a la palestra y argumenta que en ese escrito no hay ninguna evidencia de las acusaciones de Marcelino pan y vino, no, no eso es otra cosa, Marcelo Ebrard, me fui con la finta por aquello de la comedia.

Vamos a creerle a don Ricardo Monreal con el asunto ese de que no hay pruebas de las acusaciones.

Creo que todos sabemos que el que acusa está obligado a aportar pruebas.

Lo requetepeor en este asunto es que los grillos de “primera” estén dando saltitos o saltotes a la usanza del viejo PRI, en graciosa alianza, que allá anda apuntalado a doña Xochitl Gálvez y se olviden de que los trapos sucios se lavan en casa y no frente a vista y paciencia de las y los electores.

¿Usted qué opina?

Muy bueno el que mexicanas y mexicanos no olvidemos nuestros orígenes y hayamos celebrado el grito de independencia el pasado día 15.

Excelente, pero este tundeteclas quiere dejarles a mis dos lectores sendos y excelentes poemas, si nuestro editor nos lo permite, del inolvidable poeta, escritor, periodista, locutor y publicista mexicano, el izamaleño Ricardo López Méndez, El Vate, como se le conocía.

¿Por qué? Estos dos poemas, porque el que quiera puede identificar los tiempos que corren como algo muy nuestro y hay que pensarle mucho si queremos conservar a nuestro México o perderlo en aras de abrazos, no balazos.

El Credo o México, creo en ti, es el primero, si ya lo conoce solo recuérdelo y medite…

¡México, Creo En Ti.

México, creo en ti,/ Como en el vértice de un juramento./Tú hueles a tragedia, tierra mía,/Y sin embargo, ríes demasiado, Acaso porque sabes que la risa/ Es la envoltura de un dolor callado./ México, creo en ti,/

Sin que te represente en una forma/Porque te llevo dentro, sin que sepa/Lo que tú eres en mí; pero presientoQue mucho te pareces a mi alma/Que sé que existe pero no la veo./México, creo en ti,/En el vuelo sutil de tus canciones/Que nacen porque sí, en la plegaria/Que yo aprendí para llamarte Patria,/Algo que es mío en mí como tu sombra/Que se tiende con vidasobre el mapa.México, creo en ti,/En forma tal, que tienes de mi amada/La promesa y el beso que son míos./Sin que sepa por qué se me entregaron;/No sé si por ser bueno o por ser malo,/O porque del perdón nazca el milagro./México, creo enti,/

Sin preocuparme el oro de tu entraña;/Es bastante la vida de tu barro/Que refresca lo claro de las aguas,/En el jarro que llora por los poros,/La opresión de la carne de tu raza./México, creo en ti,/Porque creyendo te me vuelves ansia/ Ycastidad y celo y esperanza./Si yo conozco el cielo es por tu cielo,/Si conozco el dolor es por tus lágrimas/Que están en mí aprendiendo a ser lloradas./ México, creo en ti,/En tus cosechas de milagrería/Que sólo son deseo en las palabras./Te contagias de auroras que te cantas./¡Y todo el bosque se te vuelve carne!/¡Y todo el hombre se te vuelve selva!/México, creo en ti,/Porque escribes tu nombre con la X/Que algo tiene de cruz y de calvario:/Porque el águila brava de tu escudo/

Se divierte jugando a los volados:/Con la vida y, a veces, con la muerte./México, creo en ti,/Como creo en los clavos que te sangran:/En las espinas que hay en tu corona,/Y en el mar que te aprieta la cintura/Para que tomes en la forma humana/

Hechura de sirena en las espumas./ México, creo en ti,/Porque si no creyera que eres mío/El propio corazón me lo gritara,/

Y te arrebataría con mis brazos./A todo intento de volverte ajeno,/¡Sintiendo que a
¡Sintiendo que a mí mismo me salvaba!

México, creo en ti,/ Porque eres el alto de mi marcha/ Y el punto de partida de mi impulso/ ¡Mi credo, Patria, tiene que ser tuyo,/ Como la voz que salva/ Y como el ancla…!/

El otro verso de don Ricardo, propio para estas fiestas septembrinas es Suave Patria Va por ahí:

Yo que sólo canté de la exquisita/ partitura del íntimo decoro,/ alzo hoy la voz a la mitad del foro/ a la manera del tenor que imita/ la gutural modulación del bajo/para cortar a la epopeya un gajo./ Navegaré por las olas civiles/ con remos que no pesan, porque van/ como los brazos del correo chuan/ que remaba la Mancha con fusiles./ Diré con una épica sordina:/ la Patria es impecable y diamantina./ Suave Patria: permite que te envuelva/en la más honda música de selva/ con que me modelaste por entero/ al golpe cadencioso de las hachas,/ entre risas y gritos de muchachas/ y pájaros de oficio carpintero./              

                                                   PRIMER ACTO

 Patria: tu superficie es el maíz,/ tus minas el palacio del Rey de Oros,/ y tu cielo, las garzas en desliz/ y el relámpago verde de los loros./ El Niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros del petróleo el diablo./ Sobre tu Capital, cada hora  vuela/ y pintada, en carretela;/ y en tu provincia, del reloj en vela/ que rondan los palomos colipavos,/ las campanadas caen como centavos./  Patria: tu mutilado territorio/ se viste de percal y de abalorio./ Suave Patria: tu casa todavía/ es tan grande, que el tren va por la vía/ como aguinaldo de juguetería./ Y en el barullo de las estaciones,/ con tu mirada de mestiza, pones/ la inmensidad sobre los corazones./ ¿Quién, en la noche que asusta a la rana,/ no miró, antes de saber del vicio,/ del brazo de su novia, la galana/ pólvora de los juegos de artificio?/

Suave Patria: en tu tórrido festín/ luces policromías de delfín,/ y con tu pelo rubio se desposa/ el alma, equilibrista chuparrosa,/  y a tus dos trenzas de tabaco sabe

ofrendar aguamiel toda mi briosa/ raza de bailadores de jarabe./ Tu barro suena a plata, y en tu puño/ su sonora miseria es alcancía;/ y por las madrugadas del terruño,/ en calles como espejos se vacía/ el santo olor de la panadería./ Cuando nacemos, nos regalas notas,/ después, un paraíso de compotas,/ y luego te regalas toda entera/ suave Patria, alacena y pajarera./ Al triste y al feliz dices que sí,/ que en tu lengua de amor prueben de ti/ la picadura del ajonjolí./ ¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena/ de deleites frenéticos nos llena!/ Trueno de nuestras nubes, que nos baña/ de locura, enloquece a la montaña,/ requiebra a la mujer, sana al lunático,/ incorpora a los muertos, pide el Viático,/ y al fin derrumba las madererías/ de Dios, sobre las tierras labrantías./ Trueno del temporal: oigo en tus quejas/ crujir los esqueletos en parejas,/ oigo lo que se fue, lo que aún no toco/ y la hora actual con su vientre de coco./ Y oigo en el brinco de tu ida y venida,/ oh trueno, la ruleta de mi vida./

               INTERMEDIO

                (Cuauhtémoc)

Joven abuelo: escúchame loarte,/ único héroe a la altura del arte./ Anacrónicamente, absurdamente,/ a tu nopal inclínase el rosal;/ al idioma del blanco, tú lo imantas/ y es surtidor de católica fuente/ que de responsos llena el victorial/ zócalo de cenizas de tus plantas./ No como a César el rubor patricio/ te cubre el rostro en medio del suplicio;/ tu cabeza desnuda se nos queda,/ hemisféricamente de moneda./Moneda espiritual en que se fragua/ todo lo que sufriste: la piragua/ prisionera, al azoro de tus crías,/ el sollozar de tus mitologías,/ la Malinche, los ídolos a nado,/ y por encima, haberte desatado del pecho curvo de la emperatriz/ como del pecho de una codorniz./

               SEGUNDO ACTO

Suave Patria: tú vales por el río/ de las virtudes de tu mujerío./ Tus hijas atraviesan como hadas,/ o destilando un invisible alcohol,/ vestidas con las redes de tu sol,/ cruzan como botellas alambradas./ Suave Patria: te amo no cual mito,/ sino por tu verdad de pan bendito;/ como a niña que asoma por la reja/ con la blusa corrida hasta la oreja/ y la falda bajada hasta el huesito./ Inaccesible al deshonor, floreces;/ creeré en ti, mientras una mejicana/ en su tápalo lleve los dobleces/ de la tienda, a las seis de la mañana,/ y al estrenar su lujo, quede lleno/

el país, del aroma del estreno./ Como la sota moza, Patria mía,/ en piso de metal, vives al día,/ de milagros, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional,/  con tu misma grandeza y con tu igual/estatura de niño y de dedal./ Te dará, frente al hambre y al obús,/ un higo San Felipe de Jesús./ Suave Patria, vendedora de chía:/ quiero raptarte en la cuaresma opaca,/ sobre un garañón, y con matraca,/ y entre los tiros de la policía./ Tus entrañas no niegan un asilo/ para el ave que el párvulo sepulta/ en una caja de carretes de hilo,/ y nuestra juventud, llorando, oculta/ dentro de ti el cadáver hecho poma

de aves que hablan nuestro mismo idioma./ Si me ahogo en tus julios, a mí baja/ desde el vergel de tu peinado denso/ frescura de rebozo y de tinaja,/ y si tirito, dejas que me arrope/ en tu respiración azul de incienso/ y en tus carnosos labios de rompope./ Por tu balcón de palmas bendecidas/ el Domingo de Ramos, yo desfilo/ lleno de sombra, porque tú trepidas./ Quieren morir tu ánima y tu estilo,/ cual muriéndose van las cantadoras/ que en las ferias, con el bravío pecho/

empitonando la camisa, han hecho/ la lujuria y el ritmo de las horas./ Patria, te doy de tu dicha la clave:/ sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;/ cincuenta veces es igual el AVE/ taladrada en el hilo del rosario,/ y es más feliz que tú, Patria suave./ Sé igual y fiel; pupilas de abandono;/ sedienta voz, la trigarante faja/ en tus pechugas al vapor; y un trono/ a la intemperie, cual una sonaja:/ la carreta alegórica de paja.

Agradezco a mi editor, si ha decidido como yo aburrir a mis dos lectores, pero yo creo en México, al que quiero fervientemente volver a tener como suave patria.