El viaje a la frontera de Guatemala


El comentario

Luego de varias horas ya noche y torrencial aguacero, llegué a Tapachula y lo primero que hice fue buscar un hotel para hospedarme y disponerme a dormir. A la mañana siguiente me levanté muy temprano y salí con lo indispensable para desayunar e iniciar el viaje hasta Ciudad Hidalgo, frontera con Guatemala a unos 30 kms de Tapachula.

En la zona del mercado de “Sn. Juan”, abordé una “combi” ocupando asiento junto al operador, para ir obtenido algo de información; el costo del viaje de ida: 15 pesos. Durante el trayecto pasamos algunas poblaciones pequeñas y muchos campos de cultivo de mango principalmente; la visita muy hermosa, pero mi atención se centraba más en las fuerzas de seguridad a un lado de la carretera, incluyendo al ejército con equipos artillados. Se logró una amena charla con el chofer y me ilustró mucho sobre como no correr tanto riesgo en la franja fronteriza que separa el Río “Suchiate”.

Ya en Cd. Hidalgo, me dispuse hacer una exploración del sitio y llegué al centro de control fronterizo y me entrevisté con un elemento de migración y otro de la judicial federal, mismos que fueron muy amables conmigo y no solamente me dieron informes para cuidarme mejor del otro lado, sino que hasta me brindaron su amistad y toda la ayuda que yo pudiera necesitar; es más, hasta me consiguieron un guía de confianza para estar al día siguiente en Tecún Umán la ciudad fronteriza del lado de Guatemala. Me despedí un momento de los nuevos amigos y me fui caminando el poco menos de un kilómetro, para llegar del otro lado y solicitar en la caseta de migración, un pase temporal a Guatemala que me autorizaba adentrarme hasta 50 kms de la frontera y no ser detenido.

El trámite fue sencillo y solamente solicitaron identificación y motivo de la presencia. Ya tenía lo necesario para ingresar al día siguiente y al estar regresando al lado mexicano, me salió al frente un tipo joven mal encarado, corpulento y portando arma blanca en la cintura; mirándome de manera agresiva, me exigió dinero para comprar algo de comer. Sin perder la calma le dije: “mira amigo, solamente traigo 50 pesos pero 15 son para regresar a Tapachula; así que dime tú qué podemos comer con 35 pesos, porque yo tampoco he comido”. El sujeto me miró de otra manera y me expresó: “quesillo con tortillas bajando abajo del puente (lado mexicano)”. Ya teniendo de alguna manera el control, le dije: “vamos, en lo que comemos platicamos y me cuentas tu historia; soy un periodista que está trabajando en esta zona”.

Sentados bajo la sombra de un árbol muy cerca del río bajo el puente, luego de comprar un poco de quesillo, tortillas y un refresco que no sumó más de los 35 pesos, el “Payo” y yo nos dispusimos a comer (en realidad yo no comí), mientras lo entrevistaba. Me confío que vivía en Tecún Umán y que cruzaba a Cd. Hidalgo para trabajar en lo que se pudiera, porque el empleado del otro lado del puente era muy escaso y mal pagado; que se me acercó a pedir dinero pero que el no era un delincuente y el arma blanca la utilizaba para el trabajo y para protegerse si era necesario; comentó que la situación es muy difícil hasta en Guatemala y por eso, tenía que llegar a veces hasta Tapachula para poder ganarse unos pesos y llevar a su hogar.

De igual manera me confió que ya había estado de ilegal en los Estados Unidos junto con otros centroamericanos, pero en una redada los detuvieron y deportaron, luego de estar encerrados unas semanas; refirió que no fueron mal tratados por la migra de la Unión Americana y que les daban de comer y beber de manera apropiada; que parte del viaje lo hizo en la “Bestia” y luego por carretera en tráilers hasta Tijuana, donde luego de quedarse unos días trabajando en lo que pudieron encontrar y durmiendo prácticamente en la calle, para luego “colarse” por el Río Bravo al otro lado por muy poco tiempo.

Me confío que es cristiano de religión y que eso le ayudó mucho para dejar sus adicciones  y su mal comportamiento social. Mientras que lo veía comer y en cada pausa me respondía, supe por qué no sentí temor alguno cuando se me acercó y aunque el miedo no es algo que yo lleve a “flor de piel”, pude haberme negado a su solicitud. Por cierto, antes de despedirse y agradecerme el “almuerzo”, el “Payo” se disculpó por la manera en que me abordó en el puente internacional y me deseó me vaya muy bien en mi labor periodística; algo que le agradecí con una sonrisa y un fuerte saludo de mano.

Llegué de nuevo con los amigos federales y me pidieron esperar un rato para presentarme a la persona que sería mi guía del lado guatemalteco. Mientras esperaba, llegaron dos jóvenes rubios (mujer y hombre) en bicicleta, mochilas y cargando tablas para surfear y enseguida alertaron mi “instinto” de reportero. Los saludé con un sonriente “hola amigos” y al responderme ambos igual con una sonrisa, me quedó claro que eran de la tierra del “Tío Sam”. Les solicité la entrevista y con gusto aceptaron. Resulta que eran unos hermanos aventureros que salieron meses atrás desde San Diego, California para atravesar nuestro País del lado del Pacífico y vivir una gran aventura en playas mexicanas y más haya del Río Suchiate, gozando del deporte extremo llamado Surf en dónde está solo el hombre, enfrentando la fuerza del mar, solamente parado en una frágil tabla.

Los hermanos “gringos” comentaron que el largo viaje había tenido sus momentos difíciles con cierta delincuencia, pero que en la mayor parte recorrida hasta esa fecha, también habían contado con el apoyo de muchas buenas personas. Luego de concluir la amena charla con los surfistas, nos despedimos ambas partes de manera muy amigable. Debo decir que mi inglés no es bueno, así como tampoco lo era el español de ellos, pero nos comprendimos bastante bien. Para ese momento, la persona que sería mi guía ya había llegado en su bien equipado “Tricitaxi” y luego de que me lo presentaron y ponernos de acuerdo para el día siguiente a las 9:00 de la mañana, me despedí de los federales y de Mariano (el guía). Recorrí  para explorar varias calles de Cd. Hidalgo y llegué hasta su mercado para comer una muy recomendada mojarra frita acompañada de un gran vaso de horchata; claro que antes, tuve que pasar al cajero automático a retirar un poco de efectivo. Luego del culinario gusto, me dirigí al paradero para abordar la “combi” y regresar a Tapachula, ya listo para lo mejor de la tarea periodística: “Del otro lado de la Frontera Sur”.

Jorge Alberto Rojas Gamboa. Mérida, Yuc., febrero-05-2021. Gracias por reenviar a sus contactos nuestra columna. Móvil: 9999041216. Notas al calce: Apreciados amigos contactos lectores y sus amables contactos: Hasta acá concluye esta parte de la historia que junto con otras más no menos interesantes, ustedes podrán leer y disfrutar en el libro: “Archivo de Reportero” que se está preparando para salir al público a más tardar en noviembre del presente año. Espero lo adquieran en su momento. Gracias de antemano. Muchas felicitaciones a quienes hoy cumplen años. Hasta la próxima D.M.