El derecho a la libertad


Vía y cruces de los derechos humanos

Los pueblos, como las personas, las familias, tienen derecho a decidir cómo viven y cómo es su trato con los demás pueblos, las personas o las familias. Ese principio de libertad ha costado muchas vidas y requerido de la firmeza de un gobernante para frenar la intromisión ajena en los destinos de una nación.

Ese fue el panorama que enfrentó el gobierno de Benito Juárez, que lo orilló a inicios del año 1861 a expulsar de México al embajador español Joaquín Francisco Pacheco, de ese episodio nos dice Juan de Dios Peza, en su libro Epopeyas de mi Patria, editado en 1904: “En concepto de los aristócratas y de los reaccionarios intransigentes, Juárez había cometido un atroz atentado, que causaría el escándalo de todas las naciones cultas y la ruina de México”.

“Ese atentado era nada menos que la expulsión del excelentísimo señor don Joaquín Francisco Pacheco, embajador de Su Majestad Católica la Reina de España. Expulsar á un embajador, es decir, á un personaje que tiene en el Cuerpo Diplomático y en el país donde ejerce su encargo, mayor consideración que el que no tiene ese carácter, y que goza de gran respetabilidad, por ser directo representante de la persona de su soberano, era un crimen de lesa diplomacia, que espantaba por su enormidad á los conservadores”.

La historia registra las acciones contrarias del diplomático español, que recibió trato cortés de Juárez, pero asumió la actitud franca de alentar a los conservadores, intentando la intervención del cónsul norteamericano, sin conseguirlo.

Juárez también tuvo que expulsar del país a otros diplomáticos, incluido al representante del Papa, según relata Peza: “y no valieron influencias de los más ricos miembros de la Colonia española, ni los alardes de compasión de los timoratos; el Embajador salió el 21 de Enero con el delegado del Papa, el ministro de Guatemala y varios obispos que también fueron desterrados”. Y continúa el autor:

“Pero en aquellos días la expulsión del Embajador de España, de otros ministros diplomáticos y de algunos obispos, causó terror, porque las razas privilegiadas miraban en esas enérgicas disposiciones un atentado contra la Europa entera, un crimen de lesa diplomacia y un mortal agravio á Dios en las personas de sus ministros. La historia responde hoy que se obró dentro de la razón, de la dignidad y de las conveniencias exigidas por la justicia”.

Este es el camino de la razón, de la legalidad, cuando se lucha por la justicia y en defensa de una nación que ha forjado su grandeza gracias a estos héroes que pusieron los cimientos de nuestra patria.

Un episodio que nos narra Juan de Dios Peza es el de un grupo de jóvenes, que ante la intervención de Francia ofrecieron sus servicios al gobierno de la República, servicios aceptados, pero Benito Juárez rechazó la propuesta de expulsar a los franceses avecindados en México, afirmando que eran personas productivas, de trabajo y que vivían en el país y expulsarlos de México sería una injusticia.

Nuestra historia nacional está llena de eventos y sucesos en los que hombres de buena fe dieron su vida en defensa de los principios que cimentan a nuestra nación, principios que están contenidos en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Esas historias, son sin duda alguna fiel reflejo del camino que hemos de recorrer hasta la encrucijada de defender, promover y respetar las prerrogativas fundamentales.

La vía y las cruces en la senda de los derechos humanos.