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¿Quieres educar a tus hijos en la violencia?

Vía y cruces de los derechos humanos

1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.

3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.

Hermoso el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿O no?

Una persona con buena educación será siempre bienvenida en todas partes y es el Estado, de acuerdo a nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos quien tiene a su cargo esa gran tarea.

Sin embargo, el tercer punto de este Artículo 26 deja mucho que desear en torno a la educación que padres y madres les dan a sus hijos e hijas.

Se ha puesto usted a meditar ¿cómo educa a sus hijas e hijos?

Y conste que en ningún momento pretendo decirle a usted cómo debe de enseñar a sus hijos a ser gente de bien, por eso se dice que los padres tienen el derecho preferente de la forma de educar a sus vástagos.

Lo único que se pretende es que todos hagamos conciencia de la forma de educación que algunas veces sin querer, les damos a hijas e hijos.

Por ejemplo, cuando niñas y niñas no quieren comer lo que se les da, les decimos con paciencia que coman, que es por su propio bien o simplemente les decimos que: ¡Comes porque comes! Y ahí van los regaños, insultos, golpes etc.

Cuando actuamos así, de una manera o de otra les estamos enseñado a niñas y niños que el más fuerte es el que impone su razón. Violencia. Dominación.

O cuando llevan malas calificaciones en muchas ocasiones los discriminamos, porque les decimos que otro niño, el vecino, el hijo del compadre o quien sea, sí es un buen estudiante, inteligente, porque siempre lleva buenas calificaciones ¡Tú debes de ser como él, o ella, tú eres flojo, o floja, eres burro, o burra!

¿Por qué tuve un hijo, o hija como tú?

¿Nos damos cuenta de lo que sufren esas niñas o niños, cuando se sienten menospreciados por quienes más aman en la vida?

Y lo que más quieren papá y mamá es que sus hijos sean bien portados, educados, obedientes, que no digan mentiras.

Y en algunas ocasiones dejamos que niñas y niños sean testigos de los pleitos de mamá y papá, que se gritan e insultan, sin el menor recato, en presencia de sus vástagos.

No olvidemos cómo nos quejamos de las y los maestros de nuestros hijos cuando las y los peques nos dicen: El maestro o la maestra no explican bien, no les entiendo…

Y ahí vamos a reclamar. Y No nos habíamos dado cuenta que el niño o niña no oyen bien, o no ven bien y por tanto tampoco entienden bien.

Pero hacemos caso omiso cuando nos dicen nuestros descendientes. No me regañes mamá, no me pegues, me prometiste llevarme al parque si me portaba bien; me porté bien y no me cumpliste lo prometido. Les enseñamos la mentira.

Reflexionemos y corrijamos errores en la educación de nuestras hijas e hijos.

Es bueno educarlos con amor, desde luego, pero es mejor educarlos sabiendo lo que hacemos, desterremos de nuestras vidas la violencia, entendamos que el buen ejemplo inculcado podría ser repetido mañana, pero la violencia que hoy les enseñamos podría convertir a niñas y niños, nuestros vástagos, en sembradores de espinas y cruces, no solo en la vía de los derechos humanos, sino en el propio sendero que algún día tendrán que recorrer.